Por Mónica Venegas

Hace poco, estuve en una reunión en donde hablamos del control. Coincidimos en que cuando de control se trata, todos lo queremos en mayor o menor grado. El creernos capaces de manejar la situación nos hace sentir cierto nivel de seguridad y poder, llevándonos a quererlo cada vez más.

Compartimos lo que hacíamos para sentirnos en control. Y lo que al inicio comenzó entre risas, terminó en profundas reflexiones sobre el tema. Con el permiso de todos y cambiando los nombres, les plasmo las experiencias que ahí surgieron. Quizá algunas puedan ser familiares:

Paty y Jaime: Paty desea modificar el comportamiento de Jaime. Le dice cómo usar los cubiertos, qué bebida le conviene pedir en el restaurante y qué decir cuando habla por teléfono: “dile que esto”, “dile que aquello”. La mayoría del tiempo ella incluso elige a dónde ir en vacaciones y qué harán una vez ahí. “Si no lo hago yo, las cosas no salen bien”, finaliza ella bromeando.

Carlos y Rosy: Me siento intimidada por Carlos. Constantemente me llama para saber dónde estoy y qué hago. Tampoco le gustan mis amigas y casi me siento culpable porque él se frustra mucho cuando salgo con ellas. Es muy difícil convivir con él cuando se pone tan negativo. Me cuesta mucho trabajo complacerlo en sus demandas. Por su parte, Carlos cree que en cualquier momento puede perderla.

Tere: Tere es perfeccionista. Casi no deja que sus hijos inviten amigos porque la casa se ensucia. Los cojines de la sala siempre tienen que estar perfectos y la cocina reluciente. Tere reconoce tener una obsesión con la limpieza. Ella se da cuenta que detrás del perfeccionismo esconde un dolor más profundo que no desea enfrentar. “Mientras me mantengo ocupada limpiando, no tengo que enfrentar eso que tanto me duele reconocer”.

Me regresé a casa pensando en el tema. ¿Qué es realmente el control? ¿Cómo saber que estamos en control? Al final, me dí cuenta que el control es sólo una ilusión. Creemos que estamos en control cuando nos sentimos “a cargo” de la situación. Sin embargo, irónicamente, estar ocupados tratando de manejar cosas y dirigir a las personas desplaza nuestra atención de nuestras propias necesidades, sacándonos de control. Si en lugar de esto, cuidamos de nosotros mismos y observamos nuestros motivos y reacciones, lograremos un conocimiento más profundo de nosotros. Esto incrementa la autoestima y la cercanía independiente con aquellos que están a nuestro alrededor.

No es fácil ser controlador o vivir con uno. En ambos casos se genera mucho estrés y resentimientos, pudiendo dañar profundamente a la persona o nuestra relación con otros. Podrías estar ahuyentando a tus seres queridos y mientras más prisionero te vuelves de tu propio sentido del “orden”, podrías estar alimentando un comportamiento dañino para la salud.

Si quieres disfrutar más de la vida, de tus seres queridos o de tu trabajo, es hora de darle Next! al Control. Vivir tu vida y dejar que otros vivan la suya puede aligerar en gran medida la carga que llevas encima ayudándote a enfocarte en lo que realmente es importante: TU. Los siguientes consejos que pueden ayudarte a vivir más ligero de ahora en adelante:

* Nunca estamos en control. ¿Cuando estamos ciento por ciento en control? Aún en la situación más controlada pueden surgir imprevistos que la modifiquen. O aún cuando crees que las cosas se están haciendo a tu manera, podría estar ocurriendo lo contrario. Dejar a otros fluir te ayudará a ti fluir y desempeñarte mejor.
* Date cuenta que la perfección es una imperfección. Está bien querer poner atención a los detalles, pero cuando demasiados detalles te alejan de ti mismo o alejan a aquellos a tu alrededor, es hora de poner atención a tu comportamiento o de preguntarte ¿que quieres impedir que otros vean en ti?
Aprende a confiar en ti mismo. ¿Qué tanto confías en ti y reconoces tu propio valor para creer que alguien podría estar contigo por decisión propia? Revisa en qué áreas de tu vida te sientes más inseguro y comienza a trabajar en ello. Te sorprenderás lo que puedes descubrir acerca de ti mismo.

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